- Eso es para niños – Masculla en respuesta de
mi ofrecimiento con una mueca agria.En mi mano hay unas pequeñas
gominolas que salpican de color mi palma. Sin embargo, sigo con mi brazo
extendido, dejada llevar por la inercia, frente al traje de chaqueta con
corbata. Y no dejo de preguntarme qué hay debajo -demasiada inexpresividad para
ser una estatua de Miguel Ángel. El traje con corbata continúa mirando al
vacío, impávido. Él lo llama reflexionar; yo, mirar al vacío.
Me digo a mí misma que no
comprendo nada mientras pongo en mi boca una gominola con destellos carmín y al
momento algo ocurre: el sabor dulce inunda mi paladar, los granitos de azúcar
se pasean entre mis dientes y saboreo muy despacio el instante, un instante con
sabor a eternidad.
Creo que todo el mundo se ha
sentido alguna vez desplazado de una forma u otra, yo siento que no pertenezco
a este lugar, a esta realidad. A veces es como mirar a través de un cristal
maleable, que se funde con el aire a su antojo. Puede que el traje se sienta así,
puede que después de todo haya un ser humano bajo el almidón.
Los cristalitos de azúcar aún
crujen entre mis muelas.
No entiendo nada.
Afuera cientos de automóviles
– automóviles suena más poético – circulan por la carretera y, para mí, es como
si fuera siempre el mismo, que nunca avanza, como si la vida no avanzara, como
si solo existiera la vaga percepción del movimiento, eppur si muove…
¿Qué pasa cuando una persona
se siente vacía? ¿Es alguien capaz de percibirlo?
Dicen que cuando maduras
comprendes mejor la vida, au contraire,
cher ami!, porque uno se olvida de a qué saben las gominolas, a uno le da
miedo recordar cómo era ser un niño, cómo era…Quizá por eso me dedicara
siempre a leer. No se trata de que lo entiendas – me decía un poeta – solo
siéntelo. Seguro que el traje no sería capaz de comprenderlo, precisamente por
eso, porque no hay nada que comprender. Porque no hay fórmulas ni lógica, solo
el arte de dejarse llevar.
…Y sin embargo no nos llevamos
tantos años.
La vida declina, es una
sensación extraña, el dulzor de la gominola está desapareciendo. Lentamente.
…it’s
getting dark…
Los dos nos quedamos
mirándonos fijamente, directamente a los ojos. Los suyos están vacíos.
…too
dark to see…
Sigo
sin entender nada y ya queda poco tiempo. Nos observamos, el uno al otro, pero
es como si estuviéramos mirando la misma cosa. Me acuerdo de ti, Dylan Thomas, tú
sí que tenías una mente incandescente.
-
Do not go gentle into that good night.
-
No puedo evitarlo.
…knock, knock…
Me
dan igual los automóviles, supongo que al fin y al cabo son tan solo coches. Ya
no queda rastro del sabor dulce a fresa.
…knocking
on heavens doors…
Se
han abierto las puertas pero creo que no es Pedro el que sostiene las llaves,
tampoco parece Virgilio.
Puede
que nunca nadie haya escrito antes sobre esto…ni nadie lo hará nunca.
-- Virginia F. S.
En Érase... un momento (c)